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Somos y seremos inundados. Una identidad que viene del oeste y serpentea en el centro como un río bravo. Dicen que las lágrimas saladas son el único vestigio que nos queda de que una vez vivimos en el agua. Ahí están los ojos tristes sin niñez que avizoran sabios un destino sin destino. Pero ahí está también la memoria hecha lente en la búsqueda de la verdad, perseguidora de otros ojos, más vacíos, menos nobles. Quede dicho: la inundación, como el exacto paso del tiempo, es irreversible. Sin embargo, este último, contrariando al río, sabe echar la vista atrás y transformar lágrimas en sonrisas necesarias para buscar justicia. Solo se trata de acompañar al tiempo. A este tiempo. Como en esta muestra.
 
Claudio Cherep
Periodista
 
 

 

Por más que lo intento una y otra vez, no puedo recordar la inundación. Trato con esfuerzo de hacer memoria, pero sólo se me presentan escenas aisladas (recuerdo cómo un rescatista me dice “pisá con fuerza la popa de la canoa”, para poder -él- estirar el cuerpo hacia afuera y recibir en sus brazos un bebé recién nacido -inmediaciones Hospital de Niños-). Como sucede con el mar, que desafía las fronteras del encuadre, hay algo en la inundación -como totalidad- que no es posible fotografiar y hace frente incluso a los límites de la memoria. Hay algo -allí- tan doloroso que obstruye el recuerdo y la mirada. ¿Será la inundación la imposibilidad de la imagen? Quizás sí, y se deba a eso que la fotografía de Caro Niklison escapa en busca del signo y se refugia allí donde está, junto a los evacuados. Tal vez sea así que encuentre -encontremos- algo posible. No obstante, la fotografía sigue escapando y regresa “diez años después”. Revive algo doloroso y perturbador, aunque no estoy seguro que sea eso que representa, eso que muestra, eso que ha tenido lugar una vez y se reproduce al infinito. Sino el vacío de que lo que no hay entre una y otra imagen. La posibilidad -imposibilidad- de los dípticos hace presente, no lo que está en la foto, sino lo que está por fuera de ella. Hay un abismo, una inimaginable infinidad de fotografías que no están, y vuelven a colocarnos frente a frente con la inundación. Sin embargo, encuentro nuevamente un refugio: las miradas de los personajes, algo de su amor y algo de su miedo. Y la calidez de las sonrisas.
 
Agustín Falco
Realizador Audiovisual

 

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